El propio César contaría con 80 cohortes, más 7 en el campamento, muy mermadas a causa de los múltiples combates en que habían participado, pero también muy experimentadas, y que totalizarían 31.000 hombres, magníficamente dirigidas por Marco Antonio (ala izquierda), Cneo Domicio Calvino (centro) y Publio Cornelio Sila (ala derecha).
La disparidad en caballería sería aún mayor, con 7.000 jinetes pompeyanos frente a apenas 1.000 cesarianos, de los cuales unos 600 serían galos -probablemente heduos y unos 400 ubios germanos, además de la escolta personal de César compuesta por jinetes hispanos.
Para Delbrück, si bien es cierta la ventaja de los pompeyanos -al menos numéricamente aunque no en destreza- las proporciones que da César, teniendo en cuenta el desarrollo de la batalla, son exageradas, sobre todo en caballería. Unas cifras más próximas a la realidad podrían ser 40.000 infantes pompeyanos -con unos 5.000 infantes auxiliares reclutados en Hispania y otros 4.200 aliados- frente a 30.000 cesarianos -incluyendo 7.000 aliados-, y 3.000 jinetes pompeyanos frente a 2.000 cesarianos.
En cualquier caso, lo que parece enteramente cierto, es que Cesar contaba con unas ventajas difícilmente cuantificables en números: la veteranía de sus legiones, el liderazgo y la desesperación.
Veteranía pues sus legiones, aunque con mermados efectivos, se contaban entre las más expertas de la República, habiendo participado en campañas en Hispania, Las Galias, Britania y Germania, localizaciones donde tuvieron que enfrentarse a enemigos feroces, parajes desconocidos e inclemencias climáticas. Por el contrario, la mayoría de los legionarios de Pompeyo eran jóvenes recién reclutados, con poca o ninguna experiencia en combate, fruto de la apresurada movilización que el Senado realizó para enfrentarse al procónsul Cesar con alguna garantía de éxito.
Liderazgo superior de Julio Cesar. Sus legionarios le adoraban, le habrían seguido al fin del mundo y por él soportaban cualquier clase de privaciones. César era un general con un encanto natural y un magnetismo que ningún otro comandante de hombres igualó en la historia de Roma. Por el contrario, Pompeyo era un general para entonces ya retirado a quien recurrió el Senado en un desesperado intento de apelar a una vieja gloria para acabar con César. La mayoría de sus legionarios tan solo habían sabido de su fama y de sus campañas de Asia en la escuela o en los relatos populares pero no sentían una conexión íntima con su líder, antes al contrario, el sentimiento general era de admiración ante el general adversario pues para ellos César era el héroe del momento, el ganador nato, el conquistador de los galos y muchos de ellos lo admiraban y temían.
Desesperación. El ejército de César no contaba con suministros suficientes desde hacía semanas con lo que sus legionarios padecían hambre y sed además del cansancio. Habían marchado durante días y el racionamiento de víveres se había generalizado. Además su posición geográfica para la batalla, con seguridad buscada por el propio Cesar, les negaba cualquier posibilidad de escapatoria, especialmente en el conocimiento de la superioridad de la caballería pompeyana. Sin duda se aprecia en la elección del campo de batalla, el reflejo de César el jugador, conocedor de la psicologia del soldado, que luchará siempre mejor si su única alternativa a la victoria es la muerte segura.
También jugó a su favor el reducido espacio del campo de batalla, norma principal para el contrincante de menos recursos pues el achicamiento de espacios impide aplicar generalmente las ventajas de la superioridad numérica.
Es probable que un general tan experimentado como Pompeyo intuyera estas sutiles ventajas de su oponente, pero, por la razón que sea, decidió plantar batalla en Farsalia. Desde luego el viejo y cansado Pompeyo tuvo pocas alternativas ante la presión y la prisa del Senado para aplastar al rebelde César y lo apostó todo a su apabullante superioridad numérica.
Desarrollo de la batalla
Los dos ejércitos apoyan uno de los flancos en un arroyo y concentran toda su caballería en el otro flanco, con la pretensión de que el ataque en ese punto decida la batalla. Sin embargo, las ideas de los comandantes sobre el desarrollo de la batalla difieren sustancialmente, y aquí es donde puede verse el genio de César. Pues mientras Pompeyo intentará vencer con su superioridad numérica, César, previendo ese movimiento, planea realizar una eficaz defensa, derrotar a la caballería enemiga y contraatacar, a su vez por el flanco.Para ello, César decide reforzar su caballería con infantería, dispone 6 de sus más experimentadas cohortes formando una línea oblicua en el flanco, justo detrás de su línea principal, y mantiene además otras en reserva. Esto debilita bastante el centro del ejército, pero César confía en que sus veteranos aguanten el empuje del rival. La disposición inicial de estas cohortes escapaba a la visión de Pompeyo ya que en la sorpresa consistiría la victoria.
La batalla se inicia con las dos fuerzas aproximándose lentamente, pues para los planes de ambos bandos es importante que la batalla en el centro no se inicie rápidamente. La caballería pompeyana se lanza al ataque, según lo previsto, pero ante su acometida la cesariana se retira, en un amago de huida que no tiene más objetivo que atraer a la entusiasmada caballería enemiga hacia las cohortes bien pertrechadas para combatirlas.
Cuando los pompeyanos rebasan las líneas enemigas, se ven a su vez atacados en el flanco por las 6 cohortes dispuestas en línea oblicua, las cuales lanzan sus pila sobre las abigarradas y desordenadas líneas pompeyanas causando una gran matanza y confusión en hombres y caballos. La caballería cesariana vuelve entonces sobre sus pasos y, junto a las cohortes y la infantería ligera pone en fuga a los pompeyanos que huyen con la desesperación de salvar sus vidas. En la huida la gran masa de caballería de Pompeyo se vuelve un estorbo pues los escuadrones de primera fila que se dan la vuelta e intentan huir se mezclan con los que aun vienen cargando desde atrás con todo el ímpetu del desconocimiento de lo que ocurre más adelante. Cunde el pánico y la confusión, hombres y animales son pisoteados y arrollados, mientras la masa de caballería es atacada incansablemente por las tropas de César. En este momento, la estrechez del campo de batalla se convierte en el peor enemigo de Pompeyo. Cuando la caballería de Pompeyo logra volver grupas en común no dejará de huir hasta salir del campo de batalla ante la persecución de los cesarianos.
Acto seguido, las cohortes del flanco comienzan a maniobrar, con la precisión de un desfile que da la veteranía y acometen desenvainando contra el flanco izquierdo de las cohortes enemigas. En este momento, los legionarios de ambos bandos ya han entrado en contacto, y César ordena a su reserva que refuerce el centro del ejército. Atacados por dos sitios, el ejército pompeyano empieza a desmoronarse por el flanco. La terrible caballería gala de César, victoriosa ya sobre sus derrotados oponentes, se vuelve entonces y carga contra la retaguardia de las legiones enemigas ante lo cual finalmente se generaliza la desbandada, desapareciendo cualquier resto de la escasa moral de los pompeyanos. Viendo que la batalla está perdida, Pompeyo se retira al campamento y después huye a Egipto.
Así pues, decidieron la batalla las ventajas superiores del genio de César, el uso de reservas tácticas y el ataque combinado de caballería, infantería ligera e infantería pesada.
Resultado de la batalla
César escribe en los Comentarios que en las dos horas que duró la batalla tuvo 200 muertos -sin contar las bajas causadas a sus tropas auxiliares y a la caballería aliada- y que su enemigo unos 10.000 pompeyanos. Es muy posible que las bajas totales de César alcanzaran los 1.200 hombres. Es fácil explicar este desfase en la pérdida de hombres, si tenemos en cuenta que las tropas de Pompeyo combatieron sin orden ni concierto contra las sólidas cohortes de César formadas en orden de batalla.César escribe que perdió a treinta centuriones y lo destaca con gran dolor, entre ellos a su fiel Cayo Crastino, una proporción muy alta que indicarían el alto grado de responsabilidad que alcanzaban sus cuadros de mandos, dispuestos a sacrificarse para evitar la pérdida inútil de legionarios.
Retrato de Pompeyo Magno.
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